DOMINGO XVIII del T.O. En este año, marcado por los sufrimientos y desafíos causados por la pandemia del COVID-19, el camino misionero de la Iglesia -nos dice el papa Francisco- continúa a la luz de la palabra que encontramos en el relato de la vocación del profeta Isaías: «Aquí estoy, mándame». Es la respuesta siempre nueva a la pregunta del Señor: «¿A quién enviaré?».
Esta llamada viene del corazón de Dios, de su misericordia que
interpela tanto a la Iglesia como a la humanidad en la actual crisis mundial […]
Estamos realmente asustados, desorientados y atemorizados. El dolor y la muerte
nos hacen experimentar nuestra fragilidad humana; pero al mismo tiempo todos
somos conscientes de que compartimos un fuerte deseo de vida y de liberación
del mal.
En este contexto, la llamada a la misión, la invitación a salir de
nosotros mismos por amor de Dios y del prójimo se presenta como una oportunidad
para compartir, servir e interceder. La misión que Dios nos confía a cada uno
nos hace pasar del yo temeroso y encerrado al yo reencontrado y renovado por el
don de sí mismo.